Herio

HERIO ‘la muerte’

Existe una creencia popular muy arraigada, la cual nos indica que cuando a una persona le llega el momento de morir, esto es, la hora de partir del mundo terrenal al otro mundo, interviene un genio. Este personaje mitológico, que va en busca de las ánimas y trae la muerte, es Herio. La muerte de un ser puede ser causada por una maldición o mal de ojo. Cuando a una persona se le echa un mal de ojo o maldición, Herio hace su trabajo y lo envía al otro mundo. Los continuados aullidos de un perro, anuncian la llegada de Herio, revelan que en esa casa va a fallecer alguien. Cuando un enfermo recibe la visita de este genio y Herio se sitúa a la cabecera de la cama, el enfermo morirá; sin embargo, si se sitúa a los pies sanará.


Una leyenda popular relata que en el Baztán (Navarra) vivía un carbonero muy pobre, que no tenía nada que llevarse a la boca. Vivía en una humilde cabaña del bosque, sin saber cómo hacer frente al hambre. Una noche, le vino Dios tocando la puerta y pidiendo hospitalidad. El carbonero no le abrió y enfadado le acusó de ser injusto, ya que en el mundo existían personas muy ricas y él se moría de hambre; por lo que le ordenó que se marchase por donde había venido. Otra noche vino Herio pidiendo hospitalidad, y el carbonero le hizo pasar y compartió con él la escasa comida que poseía. Le recibió bien porque él actuaba de igual forma con todas las personas, ricas o pobres, y cuando llegaba la hora se las llevaba igualmente. A la mañana siguiente, el genio, en agradecimiento a la hospitalidad mostrada le dijo que pidiese un deseo. El carbonero pidió una cama más cómoda y que tuviera alimento para comer diariamente. Herio antes de abandonar el lugar le hizo una confesión: cuando un enfermo está en cama, si me ves en la cabecera, el enfermo morirá y si estoy a los pies, sea cual sea el remedio que se le prescriba, sanará.

A los pocos días, se enteró el carbonero de que el rey yacía enfermo y ofrecía enormes riquezas al que pudiera sanarlo. El carbonero fue a palacio, y afirmando que el podía curarlo, le dejaron entrar en la habitación real. Nada más entrar se dio cuenta que Herio estaba a los pies del rey, por lo que, sabiendo que iba a sanar, le recetó una pócima elaborada con hierbas inofensivas. El rey recuperó su salud, y en agradecimiento, no sólo le colmó de riquezas, sino que le nombró médico y consejero real.

El excarbonero era feliz con su nueva vida, pero una mañana recibió la visita de Herio. Éste le comunicó que venía para llevárselo. Disgustado y desconsolado, el médico real le suplicó que no hiciera tal cosa, porque después de tanto sufrimiento ahora podía disfrutar de la vida. El genio le clavó su fría mirada y respondió que él procedía del mismo modo con todas las personas. Le rodeó con su gran capa negra, y se llevó para siempre al pobre carbonero.